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Monday, September 04, 2006

El Soldado Ryan y Nueva York

by Daniel Sanchez Nieves


No uso mucho el cine bélico, la verdad, pero hace poco tuve ocasión de ver la película de Spielberg “Salvar al soldado Ryan”, y su visionado paralelo a las noticias del canal de 24 horas de TVE me llevó a descubrir una curiosa paradoja (entre otras acepciones: contrario al sentido común).

La película en sí he de reconocer que me resultó entretenida, muchas balas, muchas vidas, mucha sangre, en definitiva muchos cuerpos de soldados en medio del infierno y un par de despachos con paredes color cielo.

La primera reflexión es muy sencilla y tiene que ver con la procedencia de los soldados, su origen rural o de los grandes ghettos de las ciudades norteamericanas. El lugar del infierno ha cambiado, de Normandía a Bagdad, Afganistán, etc., pero el origen humilde de los soldados que caen por Mr. Bush disparando bombas “inteligentes” (me niego a creer que lo sean, ya que si algo de raciocinio hubiera en su interior se darían la vuelta) de Mr. Bush a los civiles desarmados del Eje del Mal, no.

Siguen muriendo, pasa la vida, pasan los años y siguen llegando cartas a los hogares (afortunados allí donde funciona el correo, no se si algún buzón quedará en pie en el Líbano) de los que pelean por la patria usamericana allende las fronteras defendiendo la libertad y la democracia en el mundo.

La diferencia, llegados a este punto, es que en la Segunda Guerra Mundial la lucha estaba clara, había que derrotar al Fascismo, se sabía quien eran los buenos y quien los malos. Aunque eso sí, la guerra no entiende de ideologías, sino de nacionalidades, si estabas a un lado de la frontera te convertías en defensor de ese bando, por poco ario que fueses. Es el sinsentido de la guerra y perdónenme la cita que no recuerdo al autor: “una masacre entre gente que no se conoce para provecho de gente que si se conoce pero no se masacran”.

Y en el caso de haber colaborado en el campo de batalla con los buenos, y de haber sobrevivido al infierno, la sociedad de tu país te reconocía ese esfuerzo y te recompensaba a la vuelta al hogar. Así pasó por ejemplo en Nueva York, donde a orillas del río en pleno centro del Manhattan de 1945 se levantó un barrio para alojar a los veteranos y/o supervivientes de la guerra y a sus familias.

Y allí han vivido hasta ahora, cuando las tornas han cambiado en el mundo. Los agredidos y humillados entonces son los agresores y genocidas de hoy, y los héroes de guerra, los libertadores de ayer, hoy son los miles de residentes de un barrio condenado a desaparecer en la vorágine del capitalismo inmobiliario de la gran manzana.

¿He vivido dignamente? Se pregunta el protagonista al final de la película. La respuesta es sí, los indignos son aquellos que utilizan seres humanos día tras día como piezas de un rompecabezas; aquellos que se amparan en los daños colaterales para sesgar vidas y contar billetes. Los indignos, en definitiva, son los miembros del Consejo de Administración de la Empresa dueña de los terrenos, a los que me imagino uno a uno levantando la mano para aprobar el plan urbanístico que contribuye a aniquilar la poca moralidad y ética que le quedaban a los Estados Unidos.

Por que según nos narra Rosa Molló la corresponsal de TVE en USA; que se debe estar haciendo una idea muy agradable de la diligencia de sus regidores tras informar desde Nueva Orleáns tras el Katrina; la empresa en cuestión, una aseguradora, ha decidido demoler decenas de edificios para disponer de miles de metros cuadrados en una zona privilegiada de Manhattan, a costa de sus miles de habitantes, que intuyo no podrán pagar el precio de las nuevas viviendas.

Se puede sobrevivir a una guerra mundial, volver a casa, superar las pesadillas, y vivir una vida normal- Pero un día el capitalismo más voraz llamará a tu puerta.